Lo hemos visto un millón de veces. La chica que decide acercarse al chico que le gusta en la discoteca, con la intención de seducirle, ya sea bailando, contándole cualquier cosa o simplemente haciéndose notar. El chico, que está dispuesto a todo, se deja llevar y acaban juntos en su casa. Tiene sexo de manera consentida por ambas partes y disfrutan de una noche de pasión que se queda sencillamente en eso. Él no vuelve a llamarla, y ella tampoco espera nada de parte del chico, porque solo quiere pasar un buen rato y punto. Es el quinto con el que se ve ese mes. Para el chico, ella es la tercera conquista en el mismo periodo. Él será visto como todo un seductor y un héroe entre sus amigos, por saber disfrutar tanto del sexo sin compromiso. Ella, sin embargo, tendrá que cuidar mucho a quién le cuenta estas aventuras, a riesgo de ganarse cierta “fama”.
El sexo sigue siendo un factor diferenciador muy importante para hombres y mujeres a estas alturas. Cierto es que se ha avanzado en los últimos años y, por fortuna, no estamos ya en aquellas situaciones tan limitantes para las mujeres que se vivían hace tan solo unas décadas. Y es que la mujer apenas ha podido mostrarse de manera sexual en público hasta los últimos años. Todavía resuenan hoy los ecos de las polémicas con las portadas de revistas como Playboy, o los insinuantes vídeos de Madonna. La mujer ha encontrado en la sexualidad una forma de salirse de los márgenes que se le imponen de forma clásica. La figura de la chica sumisa, callada y servicial ha saltado por los aires con estas nuevas mujeres que no tienen miedo a vivir su sexualidad. A pesar de todo, ese empoderamiento también se ve con malos ojos desde ciertos sectores, incluyendo muchas mujeres, que piensan que no hay más que vulgaridad en esas ocasiones. Son muchos años de represión y de tabúes en torno al sexo, y lo que encuentran las chicas de hoy en día es todavía una resistencia férrea a poder mostrarse tal y como son. ¿Es el sexo un arma de empoderamiento? En este artículo lo vamos a investigar a fondo.
La mujer empoderada en el siglo XXI
La palabra empoderamiento se ha vuelto muy habitual en nuestro lenguaje hoy en día, especialmente referida al feminismo. Se trata, como se puede entender por su propia etimología, de conseguir poder. De hecho, suele tener esa connotación especial de conseguir el poder por uno o una misma. Empoderarse es hacerse consciente del poder que uno tiene, ganarlo por para sí, de cara a “enfrentarse” al mundo con nuevas herramientas. El feminismo se está empoderando frente a todos aquellos sectores de la sociedad que todavía piensan que la mujer no puede estar en el mismo lugar que el hombre. Está logrando derechos, y sobre todo, espacios en la vida pública, donde antes era imposible tener representación. La mujer empoderada del siglo XXI pelea por lo que es suyo, no se siente inferior a nadie y es capaz de mostrarse tal y como es, sin temor a ser juzgada.
Los tabúes del sexo, todavía presentes
Sin embargo, este empoderamiento choca a veces de forma frontal con ciertos pilares básicos de la sociedad tal y como la entendemos. Porque si las mujeres, hasta ahora en un plano secundario, quieren tener una igualdad de visibilidad y representación en todos los sectores, ¿qué lugar queda para los hombres? En un sistema todavía patriarcal, la respuesta masculina a este empoderamiento puede llegar a ser problemática. Desde los que entienden que la mujer necesita su sitio y son capaces de deconstruir aquellos comportamientos tóxicos que son indeseables. Otros muchos, temerosos de perder los evidentes privilegios que han tenido hasta ahora, se oponen por completo a ese “empoderamiento”, utilizando fórmulas muy antiguas. Y es que a día de hoy, desprestigiar a una mujer por la ropa que lleva o la gente con la que se acuesta sigue siendo tremendamente fácil.
Si una chica lleva una falda demasiado corta dará que hablar. Si lleva una falda demasiado larga, se la tildará de sosa o de aburrida. Si una presentadora de televisión, que vive de su imagen, saca partido a su figura, se asumirá que solo está ahí por su cuerpo. Si la propia presentadora defiende que es ese tipo de ropa la que le gusta llevar, se desconfiará de ella, y se la tachará de oportunista. La hipocresía llega a su máxima expresión cuando esos mismos que critican a las chicas por mostrarse desinhibidas son los que luego están deseando tener algo con ellas. Los que entran en foros a buscar fotos de esas mismas mujeres desnudas. La visión del empoderamiento desde el punto de vista masculino es problemática, pero en el sexo se vuelve aún más compleja.
Porno, prostitución y sexualidad
Y es que el empoderamiento ha estado casi siempre centrado en utilizar esa nueva concepción de la libertad como arma para salirse de lo habitual… o para hacerlo de una forma consciente. Las mujeres, sobre todo con respecto a la sexualidad, siempre han estado en un segundo plano, pero en ciertos momentos han conseguido dar el paso y mostrarse mucho más abiertas. Eso sí, siempre dentro de unos raíles que no dejaban de ser los propios del sistema, patriarcal al fin y al cabo, que las premiaba por mostrarse sexualmente… para los hombres. Las modelos, las azafatas, las actrices porno o incluso las chicas que se convertían en escorts y prostitutas… Todas ellas estaban ganando dinero con sus cuerpos y era algo empoderante, de cierta forma, pero también lo hacían para un público masculino que las convertía sencillamente en objetos.
Es algo que se sigue dando todavía a día de hoy, gracias a este sistema capitalista en el que todo puede ser un negocio. Si el sexo vende, ¿por qué no aprovechar esa sexualidad para ganar mucho dinero realizando un trabajo relativamente sencillo? Cada vez son más las chicas que se abren una cuenta de Onlyfans para vivir como reinas subiendo fotos desnudas. ¿Es eso empoderante? Técnicamente lo sería siempre que lo hicieran por propia voluntad, y fuese eso lo que quieren hacer con sus vidas. Sin embargo, es cierto que más allá del tabú del sexo, que siempre está ahí, la forma en la que las chicas se exponen puede llegar a ser incluso peligrosa. Porque le están haciendo un favor, en realidad, a un sistema que las va a aplaudir y premiar… siempre que hagan lo que se espera de ellas.
Un tema muy controvertido
La controversia en torno a todo lo que tiene que ver con el feminismo actual y el empoderamiento es bastante clara. Existen muchísimas posturas, más allá de los dos “extremos” obvios. Y es que es algo que nos toca en el día a día, en la vida cotidiana. Hay mujeres que aseguran que empoderarse es tener un buen trabajo y ganarse una buena reputación para ser independientes. Pero son las mismas que luego también critican a las que hacen lo que quieren con sus cuerpos, porque las consideran unas “fáciles”. ¿No sería eso también empoderamiento? ¿Quiénes somos para juzgar lo que hacen las otras personas? El tema da para mucho, pero al menos ya se ha abierto un claro debate, que permite que todo se ponga sobre la mesa.