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Si bien es cierto que el trabajo nos hace ser más productivos para la sociedad, y nos empodera de manera que siempre tenemos algo que ofrecer, también resulta bastante tedioso y limitante a veces. Sobre todo en un sistema donde el trabajo se coloca como lo primordial en la vida de cualquier persona, no ya por gusto, sino por pura necesidad. Requerimos de un sueldo que nos permita pagar la hipoteca y las facturas, para poder vivir siquiera dignamente. Y lo peor es que a veces, ni siquiera con un trabajo fijo lo conseguimos, porque el alza de los precios suele ser mucho mayor al alza de nuestros propios sueldos. Hay personas que adoran su trabajo e incluso seguirían haciéndolo si tuviesen la fortuna de ganar la lotería. Otras, sin embargo, están estresadas y cansadas todo el día, sin poder disfrutar realmente de lo que tienen, porque su oficio les agota física y mentalmente.

Hay todo tipo de trabajos que pueden llegar a ser muy pesados y complejos, pero nosotros nos vamos a centrar en uno no por su faceta física, sino social. Cuando eres una trabajadora sexual que trabaja de sol a sol para ganar algo de dinero no solo tienes que cargar con el cansancio físico propio de un trabajo así. Lo peor, según admiten las propias prostitutas, es el estigma social que se ha creado en torno a ellas. No es algo nuevo, desde luego, y toda mujer que está hoy empleándose en este negocio sabía perfectamente las consecuencias de trabajar como escort. Muchas lo hacen por pura necesidad, sobre todo en países más humildes, donde las mujeres no tienen demasiadas opciones de acceder a puestos importantes. Otras eligieron este camino como una alternativa más dentro de los muchos oficios que existen. Pero es indudable que, por más que queramos normalizar la situación, a día de hoy la prostituta trabaja siempre con la mirada acusadora de la sociedad sobre ella. Una carga que se vuelve aún más pesada cuando esa mujer tiene que cuidar a una familia, y sus hijos también se ven afectados por ese señalamiento. ¿Es posible aguantar tanta presión social solo por hacer tu trabajo?

Un trabajo estigmatizado

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Es una situación que se lleva dando desde hace siglos, así que tampoco nos toma por sorpresa. Si bien resulta llamativo que, al principio de nuestra cultura, la prostitución no estuviera vista tan mal como ahora, e incluso hubiera prostitutas sagradas en algunos templos, la llegada de las religiones monoteístas acabó con esa tradición. El sexo era un pecado cuando no buscaba la reproducción sino el placer, y esa máxima se ha vendido a lo largo de los últimos siglos como excusa para controlar algo tan íntimo. Si hay religiones que consideran negativo el tener relaciones antes del matrimonio, ¿qué van a pensar sobre mujeres que ofrecen su cuerpo a cambio de dinero? El estigma social actual hunde sus raíces en ese concepto religioso que no deja de ser moralista, y por tanto, basado simplemente en una visión particular de las cosas, no  en una verdad.

Mujeres que deciden ser prostitutas

Negar que hoy en día existen muchas mujeres que son obligadas a prostituirse sería estúpido y cruel. Los datos están ahí, y las fuerzas del orden llevan a cabo operaciones contra el tráfico de mujeres prácticamente a diario en todo el mundo. Sin embargo, reducir el trabajo de las prostitutas solo a esa parte también es poco razonable. Hay muchas mujeres que toman la determinación de convertirse en profesionales del placer, ya sea como alternativa a otros trabajos o por pura vocación. Sean o no la mayoría, el caso es que siempre metemos en el mismo saco a una chica joven que ha querido entrar a ser amante profesional y a la pobre esclava sexual que es obligada a prostituirse. Esto es un error enorme, porque obviamente sus situaciones no tienen nada que ver.

Cuando una mujer decide convertirse en prostituta por sus propios medios está ingresando en un sector que sabe ya de antemano que es complejo. Se gana mucho dinero y en ocasiones incluso se trabajan menos horas que las habituales. Sin embargo, todo esto también tiene su cara B. La exposición a posibles abusos por parte de los clientes, la necesidad, en ciertos momentos, de acostarse con personas que no son de su agrado… y el estigma social. La mayoría de prostitutas deciden no contar que lo son, especialmente a desconocidos, porque saben que serán juzgadas si lo hacen. De esta manera, necesitan ocultar su oficio solo porque serán señaladas, desde un punto de vista moral, y en algunos países, también legal, ya que la prostitución puede estar prohibida.

Marginación y problemas de ansiedad

Cualquier persona está expuesta hoy, por desgracia, a problemas como la ansiedad, el estrés o la depresión. De hecho, este tipo de trastornos psicológicos se han disparado en los últimos años, y no es de extrañar. El ritmo de vida que llevamos, siempre con prisas, sin posibilidad de disfrutar del necesario descanso, con preocupaciones, con la presión social encima… Los problemas de ansiedad están empezando a ser comunes incluso en niños pequeños, lo cual debería ser ya una advertencia clara de que vamos por muy mal camino. En el caso de las prostitutas, la ansiedad y el estrés están aun más justificados por culpa del tipo de trabajo que desarrollan, y por la carga social que deben soportar. Y si hablamos de las que son obligadas a prostituirse, esto se lleva a un punto ya insoportable.

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Las trabajadoras sexuales están marginadas de un sistema que, sin embargo, las necesita en cierta forma. Su trabajo responde a la necesaria demanda de un público que luego forma parte también de aquella masa social que las critica y las margina. Es como si aceptáramos su trabajo solo cuando nos conviene, pero luego las echáramos a un lado como si fueran apestadas. La presión social sobre las chicas que trabajan en la calle es aun mayor porque están incluso más expuestas a la opinión general. Y no estamos hablando de personas que estén cometiendo algún delito, o que hagan mal a nadie. Son solo amantes profesionales que ofrecen un servicio a cambio de un pago estipulado. La diferencia radica en el matiz sexual de ese servicio, que es lo que lo cambia todo.

Ayuda por parte de los profesionales

En muchas ocasiones, las mujeres que trabajan en este negocio necesitan la ayuda de profesionales de la salud mental para poder sobreponerse a sus problemas de ansiedad. La situación en la que llegan muchas de estas prostitutas a las consultas psicológicas es totalmente devastadora. Incluso las que tomaron la decisión de ser amantes profesionales sin estar obligadas, muchas veces se han sentido atadas a su pareja, o al abuso de algún cliente. El hecho de pagar por disfrutar del cuerpo de una mujer hace pensar a algunos que es algo de su propiedad, y se creen con derecho a todo. La ayuda que ofrecen los profesionales a las prostitutas suele venir dada a través del sistema de salud pública, ya que no muchas escorts pueden pagarse estas terapias. Eso hace que sean más lentas y por tanto, menos efectivas.