La vida en pareja es una montaña rusa de emociones, en la que hoy estás en en todo lo alto, y mañana puedes encontrarte cuesta abajo y sin frenos, momento en que la relación puede degenerar en conflictos tan graves que amenacen con el fin del amor. Muchas veces somos conscientes de que estamos entrando en una de estas etapas, pero pocas veces somos capaces de gestionarlo de una manera óptima antes de empezar con las discusiones y problemas graves.

En líneas generales, hay un factor fundamental que está por encima de todo lo que vamos a comentar, y que mejorándolo tendremos gran parte ganada. Como los propios estudios de psicología indican, tener una buena comunicación, fluida y sincera, ahorra gran parte de los problemas de la vida, y en el caso de la pareja se hace, incluso, mucho más importante. Por eso, ante cualquier conflicto o duda, lo mejor es hablar desde una posición de respeto, reflexión y escucha mutua.

Esta posición de la que hablamos incluye que entendamos que esto no se trata de una competición, en la que hay que ganar por encima de todo. El objetivo es llegar a un entendimiento y solucionar un problema grave de  forma sana, llegando a un acuerdo satisfactorio. Por esto, no está de más partir del pensamiento de que podemos estar equivocados, y estar abiertos a aceptar otras ideas.

¿Quién es el culpable? Quizá seamos nosotros

O dicho de otra forma, la autocrítica es fundamental para que las relaciones sentimentales gocen de una salud excelente. Esto no significa que haya que dar la razón a todo, ni mucho menos, pero sí ser conscientes de que cerrarnos en banda no nos lleva a ninguna parte, o tal vez sí, pero no es un lugar nada agradable.

En relación a esto último, y en los momentos de máximo enfado, conviene preguntarnos por el origen de nuestro problema antes de empezar con los gritos. Sobra decir que llegar al insulto es lo peor que puede ocurrir a las relaciones de pareja. Reflexionar antes de llegar a momentos de tensión extrema es importante para poder mantener la calma durante la conversación y solucionar el problema de la manera menos dañina posible.

Lo contrario a esto último nos llevaría a una posición defensiva, en la que las parejas se acusan y se victimizan constantemente. Esto lleva a que una persona señale a la otra, y la discusión se retroalimente hasta llegar a una situación insostenible. En todo esto es muy importante también la empatía, y  tratar de ponerse en el lugar de la otra persona y entenderla. No estamos luchando contra un enemigo, sino todo lo contrario, y es alguien a quien conocemos suficientemente bien como para comprender el porqué de sus reacciones y actuar en consecuencia.

No desenterrar conflictos superados

Un error muy común llegado a situaciones tensas es empezar a echar en cara cosas que ya estaban olvidadas y arregladas. Esto siempre es absolutamente tóxico, y no sirve para nada más que seguir echando leña al fuego. Lo que se ha perdonado, perdonado está, y no tiene sentido echarlo en cara más que para hacer daño. Y esto es justo lo que queremos evitar, ¿no?

En ocasiones también tenemos que ser honestos con nosotros mismos. ¿Estamos en un punto en el que somos incapaces de remontar? Intentar volver al romanticismo del principio, introducir novedades sexuales en la vida íntima o cambiar cualquier hábito en estos aspectos puede ayudar a mejorar la salud de la pareja. En último remedio, aunque pueda sonar drástico, una separación temporal puede ser una buena forma de clarificar mucho las ideas.

Si te encuentras en una de estas situaciones, no lo dudes y trata de mejorar la comunicación. Es siempre el primer paso para que cualquier relación, amorosa o no, fluya de la mejor manera posible.